20 de septiembre de 2013

La vía estrecha en España. Capitulo 1

En esta ocasión Javier Golf muestra un interesante trabajo con algún tiempo a su espalda, lo que le hace coger mas fuerza por el paso del tiempo. La longitud del mismo me hace entregarlo en tres capítulos, Antecedentes, Problemática actual y Soluciones. 



Diorama JU5.



Antecedentes

La división entre vía ancha y vía estrecha es complicada: si comparamos un ferrocarril de 1674 mm con uno de 1435, éste sería de vía estrecha comparado con aquel; pero si comparamos un ferrocarril de 1.000 mm con uno de 600 mm, es evidente que el de 1.000 es de vía ancha comparado con el de 600 mm. Por ello se acepta, de manera arbitraria, que el ancho de vía de 1435 mm es lo normal, y mayores anchos serían vía ancha, y menores vía estrecha.

Sin embargo, esta división arbitraria no equivale, como es creencia extendida, a una división entre ferrocarriles “grandes” y “pequeños”; en España hubo ferrocarriles de vía estrecha (como el ferrocarril de Sagunto a Ojos Negros, el de Riotinto, el ferrocarril de la Robla, el ferrocarril de Utrillas y otros) cuyo material móvil, instalaciones y tráfico eran mucho más importantes que los de otros ferrocarriles tendidos en vía ancha; esto sea quizás más evidente si comparamos los ferrocarriles sudafricanos o del Japón, en vía de 1.067 mm, con las compañías europeas, incluyendo España: la importancia de su capacidad de tráfico e instalaciones son similares, cuando no superiores.

La primera línea de vía estrecha en España es la de Carcagente a Gandia, de 37 km de longitud, inaugurado el 8 de febrero de 1864 y con ancho de vía de 1.220 mm; como este ferrocarril era de tracción animal, nos hemos acostumbrado a considerarlo un tranvía con una óptica actual, pero olvidamos que en la época eran considerados ferrocarriles, con muy pocas características diferentes a un ferrocarril de vapor, características reguladas por la ley de 5 de junio de 1859 (permite su establecimiento sobre carreteras) y la ley de 27 de julio de 1865 (no es obligatorio el cerramiento de la línea, obligación que sí tenían los ferrocarriles a vapor, pero que ya sabemos que nunca se cumplió)

Si, a pesar de ello, seguimos prefiriendo que para ser ferrocarril sea imprescindible el uso de la tracción vapor, el primer ferrocarril de vía estrecha en España sería el de San Juan del Puerto a Venta del Eligio (27 km) inaugurado el 5 de mayo de 1868 y prolongado hasta el castillo del Buitrón (22 km) el 1 de septiembre de 1870; el ancho de vía de este ferrocarril era de tres pies y seis pulgadas inglesas (1.067 mm)

Estos ferrocarriles, junto a los de Riotinto y Cartagena, se autorizaron con un ancho de vía menor al estipulado por la Ley de Ferrocarriles de 1855 debido a “causas especiales”, que no eran más que su carácter exclusivamente minero; hay que esperar al 23 de noviembre de 1877 a que el gobierno autorice la construcción de líneas ferroviarias, para todo uso, con anchos de vía diferentes al establecido de 1,674 mm, siempre que se trate de trayectos secundarios. Esta ley, tan criticada posteriormente por muchos estudiosos, ya que según su criterio todas las líneas debieran ser de vía ancha, era sin embargo imprescindible, ya que muchos inversionistas presionaban al gobierno: o bien porque para los tráficos previstos no compensaba económicamente el mayor coste de un ferrocarril de vía ancha, o porque la orografía de la zona a recorrer era abrupta, por lo que los trabajos de construcción de la misma eran notablemente menores si se realizaban en vía estrecha.

La principal ventaja de la vía estrecha comparada con la vía ancha es, según los ingenieros Badillo, Hácar y Losada (“Apuntes sobre Ferrocarriles” editorial Edix, Madrid 1967) la economía derivada de la utilización de curvas de radio más reducido, lo que permite ajustarse más al terreno y evita muchos movimientos de tierra. También es menor la altura de la plataforma, de terraplenes y desmontes, y también son más económicos, al ser más estrechos, los puentes de la línea; la resistencia a la tracción en las curvas es menor que en vía ancha, lo que permite aumentar la inclinación de las rampas, y por último, su material móvil es más económico.

Sus inconvenientes son una menor capacidad de tráfico y una velocidad menor, se afirma que la disminución de la velocidad es proporcional a la reducción del ancho de la vía. Esto último, siendo cierto, no lo es tanto por la anchura de la vía sino por el trazado sinuoso por la que discurre. Ciertamente, la estabilidad en la marcha es menor, debido a que la caja está apoyada sobre un rodaje de menor anchura que el de vía ancha, pero no está definido realmente que porcentaje de menor velocidad puede desarrollar un ferrocarril de vía estrecha respecto a uno de vía ancha, en las mismas condiciones de vía. 

Recientemente, en mayo de 2002, Luis Ubalde presentó un estudio sobre las posibilidades y limitaciones de la vía métrica; aporta a lo ya comentado por los ingenieros Badillo, Hácar y Losada que “el movimiento de lazo de un bogie o un eje es más estable” que en vía ancha; lo demás ya es conocido: mayores rampas, menores radios de curva, menor resistencia al avance del tren…los inconvenientes serían una menor carga por eje, la disminución de la estabilidad transversal de la vía y una  menor velocidad (nótese que, aunque es evidente que se alcanza una velocidad menor, nadie se atreve a asegurar cuál es la máxima velocidad técnicamente posible hoy día en vía estrecha, o dicho de otro modo, qué menor porcentaje en relación a la vía ancha puede alcanzar la vía estrecha…baste señalar que en Japón se circula a 140 km/h en vía estrecha, mientras en España lo común es a 80 k/h) Ubalde sitúa la economía en la construcción en un 7 % menos que en vía ancha, mientras Badillo, Hácar y Losada la sitúan en un 10% menos, pero sin contar las obras tales como túneles y puentes; sumados estos, y en razón de su número, el ahorro se puede multiplicar por dos o tres.

Por lo tanto, vemos que la vía estrecha era adecuada para tráficos medios o bajos, y también para los terrenos abruptos, donde, en el siglo XIX, en la época del vapor y hasta que apareció la tracción eléctrica, construir en vía ancha en zonas montañosas era un trabajo colosal, con el objeto de minimizar las rampas para ser vencidas por las locomotoras de vapor, manteniendo asimismo radios de curva tolerables para las máquinas; como el capital era privado, los inversionistas no encontraban atractiva la empresa, a no ser que se tendiera en vía estrecha. 

Dicho de otro modo, o se modificaba la ley de 1855, o el capital para construir ferrocarriles no afluiría. La prueba es que, tras la ley de 1877, España se puebla rápidamente de líneas de vía estrecha: en los años 20 del siglo XX ya alcanzan el 30 % del total de líneas. Gracias a la ley de 1877 y a la vía estrecha, muchas poblaciones españolas conocieron el progreso que aportaba el ferrocarril. Sin embargo, también es cierto que muchas líneas de vía estrecha (en Andalucía, en Madrid, en Cataluña, en Valencia…) se construyeron sobre terreno llano, sin accidentes orográficos de importancia, lo que realmente era un poco absurdo, pues el ahorro estimado en su ejecución en esas condiciones ya hemos visto que se sitúa entre un 7 y un 10% respecto a la misma obra en vía ancha.

Desde el final de la guerra civil, el deterioro de instalaciones y servicios de los ferrocarriles crean un estado de opinión en la sociedad española que tiende a ridiculizarlos, a considerarlos ineficaces, lentos, sucios e inseguros; la RENFE, por ejemplo, ha sufrido esas críticas y burlas desde su creación en 1941 hasta finales de la década de 1980; las líneas secundarias, entre las que se encontraban los ferrocarriles de vía estrecha, por su propio carácter secundario y también porque no recibieron ayuda alguna del gobierno hasta bien entrada la década de 1950 y la ayuda (cuando la hubo), fue siempre escasa, recibieron las mismas críticas pero aumentadas. Obviamente, la guerra y la posguerra, con un material anticuado y sin subvenciones, derivó en un servicio precario, con material artesanal.

La frase “de vía estrecha” es aún sinónimo de servicio deficiente… sin embargo, antes de la guerra civil, en la época de las compañías privadas, la situación era muy diferente. Las líneas de vía estrecha, generalmente líneas cortas y en muchos casos atravesando ricas comarcas y poblaciones, disponían en general de un servicio más moderno que en la vía ancha; así, el empleo de la tracción eléctrica en numerosas líneas, tanto para mercancías como para viajeros; el uso de automotores, la generalización de coches equipados con bogies, el enganche automático o las locomotoras de vapor articuladas eran mejoras con más presencia en la vía estrecha que en la ancha.

El segundo gran error histórico en la historia del ferrocarril español ocurre en 1941, cuando al constituirse la RENFE se deja fuera a las líneas de vía estrecha, sin ayudas, abandonadas a su suerte. Fue una decisión arbitraria y absurda, puesto que no se tuvo en cuenta otro criterio salvo la anchura de vía, y así, pequeñas compañías de vía ancha, con apenas tráfico, fueron nacionalizadas mientras compañías importantes de vía estrecha, atravesando ciudades importantes y con grandes tráficos, como los Ferrocarriles Vascongados, el Santander-Bilbao, el Fc de La Robla etc. quedaban en manos privadas.

Naturalmente, lo lógico hubiese sido nacionalizar todos los ferrocarriles, y haber racionalizado posteriormente toda la red, eliminando trazados paralelos y deficitarios, creando estaciones comunes de empalme para vía ancha y estrecha y, en definitiva, haber modernizado los ferrocarriles en razón a la importancia de su función social y no según el ancho entre carriles. El ferrocarril de vía métrica de Navacerrada, integrado en RENFE, es una prueba viva de que era posible.

A mediados de los años 40, los técnicos de EFE concibieron un ambicioso plan, consistente en la unión de todos los ferrocarriles de vía estrecha periféricos, una gran línea ininterrumpida desde Asturias hasta Yecla, en Murcia, pasando por Santander, Bilbao, San Sebastián, Vitoria, Pamplona, Zaragoza, Teruel, Sagunto, Valencia y Alicante; el proyecto pretendía la nacionalización de las compañías para crear otra gran empresa, distinta a la RENFE, con el objetivo de aprovechar y racionalizar al máximo los recursos de la nación en una época de autarquía. Para ello sólo era precisa la construcción de escasos tramos de unión, siendo el más importante de ellos el tramo subterráneo bajo la ciudad de Valencia, con objeto de unir el ferrocarril de Valencia a Rafelbuñol con el de Valencia a Villanueva de Castellón. A pesar de que comenzaron los trabajos en el tramo Carcagente-Villanueva de Castellón, el proyecto fue definitivamente abandonado al comenzar la década de 1950. 

A pesar de que era un tanto ilógica la creación de otra gran empresa estatal, ya que considero que lo correcto era la inclusión en RENFE, el proyecto en sí era muy interesante, puesto que se unían los grandes centros mineros de Asturias, León y Teruel con los Altos Hornos de Bilbao y Sagunto, y tanto éstos como las zonas agrícolas de Valencia y Murcia con los puertos de Gijón, Santander, Bilbao, Sagunto, Valencia, Gandia y Alicante; también con la frontera francesa, tanto en Irún como en Hendaya. Obviamente no se trataba de competir con la RENFE, sino complementarla; el tiempo hubiese dicho qué tramos hubieran continuado existiendo en nuestros días, pero es evidente que era necesaria muy poca inversión en nuevos tramos para la gran red que hubiera resultado; el tramo Ferrol-Gijón, único construido y en realidad innecesario en aquel plan, ya era más largo y caro que todos los demás necesarios para conectar las distintas líneas y que nunca se realizaron.

Me resulta muy extraño que diversos estudiosos sobre el ferrocarril, pero evidentemente poco amigos de la vía estrecha, califiquen este plan como disparate, cuando en realidad era económico e inteligente; con toda probabilidad lo miran con una óptica actual, y olvidan que en aquella época las líneas de mercancías de vía estrecha presentaban un buen tráfico, tráfico que sin duda hubiera aumentado al eliminarse gran número de transbordos y aumentar la variedad de destinos. Lo que si fue un disparate es seguir manteniendo una gran cantidad de pequeñas compañías independientes y sin conexión con un material anticuado, mientras los recursos del Estado en ferrocarriles se dedicaban en exclusiva a modernizar la vía ancha y en faraónicos proyectos de nuevas líneas que, en su mayor parte, ni siquiera se inauguraron.

A partir de 1955, el Estado pierde todo interés en la vía estrecha; el auge del transporte por carretera y los erróneos vaticinios del Banco Mundial en los años sesenta, que consideraban el ferrocarril superado por la carretera, condenan a estos ferrocarriles. Gobiernos como los de Francia o Bélgica deciden la eliminación de todas las líneas de vía estrecha, sin más; en España, aunque se siguió el mismo camino, la gran cantidad de líneas, la rentabilidad de varias de ellas y el hecho de que, en la cornisa cantábrica, sustituyan a la vía ancha en ausencia de ésta, ha permitido que varias líneas hayan llegado hasta nuestros días.


Algunas de las líneas que se cerraron, como el ferrocarril Vasco-Navarro o el de La Loma acababan de ser modernizados; otros como el ferrocarril de Villena a Alcoy y a Yecla, fueron cerrados utilizando la fuerza pública ante la oposición de sus dueños, que no deseaban renunciar a su explotación. Además se cerró el tramo Carcagente a Gandia, a pesar de que siempre se consideró una línea rentable, y lo que es más grave, el tramo Gandia-Denia, dejando a todos los usuarios de la línea Alicante-Denia sin posibilidad de trasbordo en Gandia con RENFE para alcanzar Valencia, sin duda en un intento de provocar también el cierre de la línea de Alicante a Denia, que milagrosamente ha llegado a nuestros días. Era evidente la intención del Estado de cerrar o provocar el cierre de las líneas de vía estrecha, justificándolo con la escasa rentabilidad o las deficiencias en vías, material móvil e instalaciones, todo ello en realidad provocado por el propio Estado en muchas ocasiones (baste recordar el cierre al tráfico de la mayor parte del recorrido del ferrocarril de la Robla, afortunadamente reabierto recientemente, cierre que fue justificado por el Ministerio de Fomento “por seguridad ante el estado de la vía”… vía de cuya conservación es responsable el propio Ministerio de Fomento) 

En algunos casos, cuando las líneas se cerraban, el Estado se daba prisa en demoler los puentes; los puentes metálicos  no se desguazaban por su valor como chatarra, ya que cuando se efectúa un desguace hay que pagar a empresas especializadas que han de llevar el material necesario hasta el puente; la factura del desguace es muy superior al valor del metal como chatarra y éste sólo sirve para pagar una pequeña parte de la factura. Lo cierto es que se desguazaban para que el cierre de la línea fuese irreversible… ¿y por qué? Pues por motivos inmobiliarios (se especuló con muchos terrenos liberados por los ferrocarriles) y comerciales (empresas privadas de autobuses y camiones se hicieron cargo de los trayectos suprimidos) Es un hecho que muchas líneas eran decifitarias y condenadas al cierre, pero no menos cierto es que también se clausuraron líneas que hoy serían muy útiles. 

                                                                            Javier Golf, Valencia 2 de junio de 2003


BIBLIOGRAFIA

-Libro “Apuntes sobre Ferrocarriles”, de los ingenieros de Caminos, Canales y Puertos J. Badillo, M. A. Hácar y  M. Losada, Editorial Edix S.A., Madrid 1967.
-Artículo “Las posibilidades y limitaciones de la vía métrica” de L. Ubalde, presentado en el concurso organizado por la empresa COMSA sobre ferrocarriles, 2002.
-Ponencia “Priorizar la Movilidad desde el Transporte Público”, del Doctor Ingeniero de Caminos Ole Torshon Seminario sobre Transportes y Movilidad Sostenible, Peñíscola 2002

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